• 16 agosto 2019

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    Posteado en : Entrevista

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    Expatriados FIIAPP: Severino Falcón

    “Las conversaciones con otros expertos y aprender el punto de vista del otro lado del Mediterráneo es una experiencia muy enriquecedora”

    Severino Falcón, coordinador del proyecto de “Mejora del sistema tunecino de investigación e innovación” y consejero técnico del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades nos relata su experiencia los primeros meses en Túnez: su primera misión y la primera vez que reside en el extranjero.

    ¿Cuánto tiempo llevas en Túnez? 

    6 meses.

     

    ¿Cómo ha sido tu adaptación al país?

    Para responder a esta pregunta, he de decir que es mi primera misión. Así que, al principio, fui con tiento, pero a medida que pasaron los días la adaptación ha sido muy suave y cómoda. Un punto crítico fue tener un apartamento donde vivir. Una vez tienes el alojamiento, si estás a gusto en él, la adaptación es más rápida. En el caso de Túnez, también es de gran ayuda la pequeña comunidad española con la que se puede contar.

     

    ¿Qué ha sido lo que más te ha costado y lo que menos?

    Lo primero, la familia. Pero con las nuevas tecnologías y transporte, la lejanía se amortigua.

    Otro tema complicado es hablar el tunecino y … correr. Fuera de Túnez hay muchos sitios agradables para correr. Pero Túnez ciudad no es muy atractivo para correr. 

    Lo que menos, la gente de aquí. Son personas muy cercanas.

     

    ¿Es tu primera experiencia fuera de España? 

    Sí. Es mi primera experiencia. 

     

    ¿Cómo es tu trabajo y tu día a día? ¿Es muy diferente a la rutina que llevabas en España?

    Estamos en un proyecto con actividades definidas. Esto facilita saber las actividades a realizar. Para mí es nuevo y, en estos seis meses, mi día a día se ha centrado en ayudar a la puesta en marcha del proyecto y su funcionamiento. Para esto, la experiencia y consejos de Rafael, jefe de proyecto, y los de cada responsable, componente y experto que han participado, han sido muy importantes.

    Antes, estaba en el otro lado del proyecto, es decir, en las convocatorias y seguimientos de proyectos del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y en la Agencia Estatal de Investigación.

     

    ¿Cómo es tu relación con el equipo FIIAPP en Madrid? 

    Básicamente mi relación con la FIIAPP la realizo a través de Yessica, técnico que gestiona el proyecto, con quien hablo e intercambio correos a diario. Con ella trato sobre todo de la manera de encajar las actividades que se proponen para el proyecto dentro del marco del mismo. No es fácil, pues muy a menudo salen ideas que no son factibles de aplicar (como cambiar el sentido de una misión). Hace poco se ha incorporado Nancy y nos está ayudando con la logística de las misiones como los viajes de los expertos. En fin, la relación, al menos por mi parte, es muy buena… Ahora toca preguntar a Yessica y Nancy. 

     

    ¿Y con tus compañeros en Túnez?

    Los del equipo de trabajo, muy buenas. 

    Con mi homóloga hablo todos los días y la relación es cordial. Con la jefa de proyecto del Ministère de l’Enseignement Supérieur et de la Recherche Scientifique (MESRS)  también, aunque, a pesar de su cercanía, desde que la han nombrado directora general de investigación hay que organizar las reuniones con tiempo.

     

    ¿Cómo valoras tu experiencia de trabajar como expatriado de la FIIAPP?

    Con las respuestas anteriores solo tengo una valoración: muy positiva.

     

    ¿Alguna experiencia o anécdota que resaltar de tu adaptación al país?

    Cada semana o incluso cada día es diferente. Desde los momentos que estás más solo a aquellos en los que te falta tiempo para atender el trabajo y ofertas sociales.

    Por ahora, las conversaciones con otros expertos y aprender el punto de vista del otro lado del Mediterráneo es una experiencia muy enriquecedora.

     

     

     

     

     

  • 07 abril 2017

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    Posteado en : Reportaje

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    Apoyo a la transición tunecina desde la estructura

    Desde 2015 la FIIAPP gestiona un proyecto de apoyo al Ministerio de Justicia tunecino en el proceso de transición democrática

    En diciembre de 2010, en el centro de la capital tunecina aconteció uno de los momentos que cambiarían la historia reciente del país. En las proximidades de la plaza central de la ciudad, Mohamed Bouazizi, un joven vendedor ambulante de frutas y verduras de 26 años, fue detenido por 3 agentes municipales que le pidieron sobornos mientras vendía sus productos. Mohamed se negó y los policías requisaron sus productos y su carretilla. Esa misma tarde acudió a la oficina del gobernador a reclamar que le devolvieran lo que los agentes le habían requisado, pero no tuvo ninguna respuesta, así que decidido, compró un bidón de gasolina y unas cerillas y se prendió en llamas dentro de la oficina de gobernanza.

     

    Estas llamas de Mohamed encendieron las tensiones de la población tunecina y las plazas se llenaron de gritos de esperanza. Miles de ciudadanos salieron a las calles a reclamar los derechos de los que se les habían privado durante el régimen de Ben Alí.  Tras varias semanas de manifestaciones ciudadana se disolvió el partido.

     

    Desde entonces Túnez vive una transición democrática. En 2014 se aprobó la constitución y se celebraron elecciones libres y democráticas, en las que se nombró primer ministro a Habib Essid del partido Nida Tunes.

     

    Proyecto europeo de apoyo al ministerio de justicia

     

    La Unión Europea ha aplaudido los avances en la transición democrática tunecina y se ha comprometido a apoyarla en todo el proceso, y un ejemplo de ello es el proyecto de apoyo al Ministerio de Justicia tunecino, que comenzó en 2015 y, que está financiado a través den Instrumento Europeo de Vecindad y gestionado por la Fundación Internacional de Administraciones y Políticas Públicas (FIIAPP).

     

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    Este proyecto tiene como objetivo acompañar al sistema judicial tunecino en el proceso de transición democrática y definir la organización y la estructura del Ministerio de Justicia y del Consejo General de la Magistratura.   El coordinador del proyecto residente en Túnez, Ángel Llorente, explica la situación de la que parte el proyecto, “al pasar de un régimen autocrático a un sistema democrático de libertades había que cambiar las leyes más importantes porque, en el Ministerio de Justicia, anteriormente confluían competencias que deben ser ejercidas por un poder judicial independiente, dotado de una autonomía y de una financiación propia”.

     

    Actualmente, el proyecto se encuentra en su ecuador. Ya se ha realizado una primera fase de estudio de la situación para conocer la situación previa y así identificar las necesidades a partir de las cuales diseñar la futura implementación de políticas públicas. El letrado de tribunal superior de justicia de Murcia y líder del proyecto, Javier Parra, explica que uno de los logros tangibles alcanzado hasta el momento es la elaboración de un plan quinquenal sobre la implantación de tecnologías de la información.

     

    Pero los resultados del proyecto no sólo tienen vigencia durante los 2 años y medio de su ejecución, se espera que estos pasos dados sean el motor de un cambio mucho más profundo en la estructura de los órganos de justicia tunecinos. Un ejemplo de ello es el plan quinquenal de objetivos a conseguir durante los próximos 5 años. La consejera del Ministerio de Justicia de Túnez y encargada de la misión lo explica, Najet Ben Salah, “estamos comprometidos con la espera de resultados, tenemos unos objetivos que están ya incluidos dentro del plan de acción global y esperamos que estos resultados se consigan en los próximos 5 años”.

     

  • 14 mayo 2015

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    Posteado en : Opinión

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    Discapacidad y revolución en Túnez

    El trabajador de la FIIAPP Diego Blázquez cuenta cómo afrontó el reto de desplegar en Túnez políticas orientadas al empoderamiento de las personas con discapacidad en un periodo de convulsión social y política.

    Cuando llegué a Túnez, en las navidades de 2011, la transición había hecho que todos los aspectos de la vida en Túnez fueran políticos: la forma de vestir de mujeres y hombres, cómo se llevaba la barba o el pelo, qué mezquita frecuentabas, la radio que escuchabas, el periódico que leías… y también la discapacidad. El desafiante contexto de la transición política y la vulnerabilidad de las políticas de discapacidad, anteriormente bajo la tutela directa de Ben Ali, motivaron que la discapacidad dejara de figurar entre las prioridades de la Administración. Sin embargo, en el mismo contexto de la Revolución pronto surgieron nuevas organizaciones de jóvenes con discapacidad que querían denunciar los abusos anteriores, reformar las instituciones preexistentes, e igualmente se produjeron disensiones dentro de las grandes organizaciones clásicas, la construcción de nuevos liderazgos asociativos, nuevas reivindicaciones de participación y transparencia…

    Hace un año que dejé el país. Viví y trabaje allí durante dos años y cuatro meses como experto de la Fundación Internacional y para Iberoamérica de Administración y Políticas Públicas (FIIAPP). Tuve la inmensa fortuna profesional y personal de vivir prácticamente toda la transición política desde el interior de la Administración tunecina y en contacto directo con su sociedad civil, y más concretamente con uno de los colectivos más vulnerables: las personas con discapacidad.

    Llegué a Túnez en una situación privilegiada, como consejero residente de un proyecto de hermanamiento de la Unión Europea: los llamados twinnings, en argot comunitario. Se trata de una herramienta de cooperación institucional de la Comisión Europea, que en España gestiona la FIIAPP, que pretende favorecer el acercamiento de la gestión administrativa y las políticas públicas entre los países vecinos de la Unión. En mi caso, se trataba de apoyar el desarrollo de políticas de inclusión de personas con discapacidad en el nuevo marco que impone la Convención de Naciones Unidas.

    Aproveché el paréntesis vacacional de las Navidades de 2011 para realizar la mudanza y el traslado de mi familia. Al iniciar enero, ya estábamos allí los cinco con un gusto de aventura en todos los sentidos, a pesar de estar sólo a dos horas de avión de Madrid. Esas semanas nos recibió el mayor temporal invernal registrado desde que en Túnez se recogían datos meteorológicos, incluida la mayor nevada en el interior del país en 40 años. Sería un presagio de que las cosas no resultarían tan fáciles como habíamos pensado.

    Después de unos inicios muy difíciles sin poder realmente establecer una interlocución efectiva con nuestros socios de la Administración tunecina, poco a poco pudimos ir orientando el trabajo a través de una serie proyectos-piloto en materia de educación inclusiva y programas de empleo. Los avances se produjeron sobre todo gracias a la acción de un grupo de organizaciones de la sociedad civil que, siguiendo el modelo del CERMI español, se constituyeron en un potente lobby de presión que permitió regularizar la situación laboral de los trabajadores de los casi 300 centros de atención a las personas con discapacidad con que cuenta Túnez, y pactar con el Ministerio de Asuntos Sociales un nuevo cuadro de financiación estable basado en objetivos e indicadores de calidad.

    Este momento fue sin duda el punto de inflexión del proyecto, ya que permitió crear un nuevo ambiente en el que, a pesar de las dificultades y discusiones, se había generado de nuevo una estructura básica.

    Sin embargo, el contexto general puso, de nuevo, las cosas difíciles al estallar una primera oleada de violencia política que comenzó en junio de 2012 y que culminaría seis meses más tarde con el asesinato del abogado de derechos humanos y diputado de la izquierda laica Chokri Belaid, aunque quizás a efectos internacionales el episodio más conocido fuera el asalto y destrucción de la Embajada de Estados Unidos.

    Personalmente, esas vivencias me retrotrajeron a mi infancia en la transición política española. Al ver a mis hijos disfrutar divertidos de los días sin colegio que se sucedieron en estas situaciones, me recordaba a mí mismo disfrutando de momentos similares en la España de los setenta, mientras no era capaz de ver en los ojos de mis padres la preocupación que vivían, como espero que mis hijos no la vieran en mí en esos momentos.

    Finalmente, logramos elaborar un documento de estrategia nacional de la discapacidad; formamos un grupo de unas 30 personas para afrontar la reforma de la educación especial y llevamos proyectos piloto de esta reforma en cinco escuelas de Túnez y su área metropolitana. Incluimos en los proyectos piloto de educación inclusiva a padres, madres y maestros, inspectores educativos y dimos oportunidades a muchas personas, como Kauser.

    En el caso de las políticas de empleo para personas con discapacidad, intentamos romper su marginalidad en el mercado laboral poniéndolas en contacto con las empresas, mejorando los programas de capacitación profesional y sensibilizando a los empresarios acerca de las ventajas que puede tener la diversidad en las plantillas. La experiencia de Fundación Inserta fue clave en ese sentido. Y formamos en cada provincia un pequeño equipo sociolaboral que podría atender de manera coordinada a las personas con discapacidad.

    A pesar de ello, muchas cosas quedaron por hacer, pero me marché de Túnez con la satisfacción de haber dado lo máximo de mí en un contexto muy difícil que los tunecinos compartieron con generosidad conmigo y con mi familia.

    Me fui de Túnez amando el país, amando a sus gentes, su clima, su cultura, sus calles… Y con el sabor agridulce de querer participar aún más y mejor en ese espíritu de reforma que me invadió dos años y cuatro meses atrás, cuando llegué por primera vez al país. El futuro de Túnez es el futuro de todos los que vivimos a orillas del Mediterráneo, por eso sufrí con los tunecinos con el atentado del maravilloso museo de El Bardo. Y por eso quiero utilizar estas líneas para invitar a todos a apoyar la Revolución tunecina del Jazmín perdiéndose este verano por sus playas, montañas y desiertos. Compartiendo sus riquezas arqueológicas y naturales. Beber un vino Kurubis o una cerveza Celtia mirando el azul milenario del Golfo del Cartago, y consolidar de esta manera la libertad y la dignidad de nuestros vecinos, y la nuestra.

    Diego Blázquez es experto de la Fundación Internacional y para Iberoamérica de Administración y Políticas Públicas (FIIAPP). Este artículo también se puede leer en Planeta Futuro.