• 09 julio 2020

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    Posteado en : Opinión

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    “La alegría de ver como un sector se modernizaba adaptándose a la Unión Europea”

    Javier Ocón ha sido experto de la FIIAPP en varios proyectos vitivinícolas en Rumanía. Hoy nos habla de su relación con sus homólogos rumanos y su último viaje al país al que tanto ha dado y del que tanto ha recibido

    Me piden desde el departamento de comunicación de la FIIAPP que escriba unas líneas sobre mis impresiones en el último viaje a Rumania para ver a los compañeros con los que trabajé en los proyectos de twinning  financiados por la Unión Europea, que hicimos con el Gobierno de La Rioja entre 2002 y 2007. Lo cierto es que siempre me ha resultado fácil contar cosas y difícil escribirlas; pero esta vez me resultara especialmente difícil porque no tengo que contar cosas, tengo que poner en palabras sentimientos.

    Después de 13 años de acabar los proyectos sigo en contacto con todos ellos, y no represento una excepción, nos pasa a todos los que participamos en los proyectos de hermanamiento. Los proyectos acabaron, pero nos quedan los amigos, los recuerdos y sobre todo nos queda la sensación de que seguimos y siguen ahí.

    Si me dijesen como se define a un amigo diría que un amigo es aquel con el que tras un tiempo sin hablar y sin verte, el día que te encuentras con él sigues hablando como si te hubieses visto el día de antes. Esta idea, que la tenía hace muchos años, se ha visto modificada a raíz de mi experiencia en Rumania y ahora lo expreso con las palabras de otro amigo, compañero y en algún momento mi “JEFE” que dirigió el primer proyecto que hicimos en 2002, Enrique García-Escudero. Con los amigos/compañeros del proyecto en Rumania nos hemos estado, durante 13 años, despidiendo efusivamente porque ya no nos íbamos a volver a juntar y antes de 6 meses habíamos encontrado un motivo (o era una excusa, no estoy seguro) para volver a juntarnos y realizar, nuevamente, una actividad juntos.

    En resumen, las relaciones humanas que se crearon con estos proyectos han sido uno de los placeres que nos han motivado para trabajar, y tengo que decir que, para trabajar duro, muy duro, pero no hay nada que se haga difícil o duro si lo haces a gusto, “sarna con gusto no pica”.

    Pero hay que aclarar que además en estos proyectos, en concreto en el sector vitivinícola rumano, nos hemos llevado la alegría de ver como un sector se modernizaba, adaptándose a las normas de la Unión Europea y con un éxito total. Cómo han usado la entrada en el mercado común para adaptar sus estructuras productivas y modernizar su sector hasta niveles que son realmente increíbles, el aprovechamiento de las oportunidades que se les presentaron con la entrada en la Unión Europea para mejorar la estructura productiva y ver como los beneficios de esto, se trasladaban a los empleados y a la población de las zonas rurales donde se asientan las bodegas. El viñedo es uno de los cultivos que por su necesidad de mano de obra fija, lleva más población a las zonas rurales, y esto supone una alegría y un orgullo porque, como buenos humanos, rápidamente pensamos que algo de esto lo hemos hecho (o al  menos hemos ayudado a hacerlo) nosotros y nuestros compañeros rumanos.

    Y cuando hablo o escribo como ahora es el caso, de los compañeros rumanos hay que hacer constar que es solo son una parte del todo, porque este escrito no estaría completo sin nombrar las relaciones que hemos desarrollado entre el equipo de españoles que nos desplazábamos a Rumania. Si alguien piensa que era lógico que siendo ya compañeros y amigos fortaleciésemos las relaciones personales, no se puede imaginar hasta qué punto lo hemos desarrollado y eso que el trabajo nos hacía muchas veces poner a prueba nuestra amistad, porque no siempre coincidían los intereses de cada uno, todos queríamos que los recursos fuesen a nuestra parte del proyecto, todos considerábamos que nuestra parte era la más importante y a la que había que dar prioridad hasta que… Llegado el momento del descanso, nos juntábamos para contarnos cómo nos había ido el día, cuáles habían sido nuestros problemas y sobre todo para disfrutar de nuestra compañía mutua.

    Por todo esto ya serian buenos los proyectos, pero aún han tenido otro factor más y no menos importante, aunque no tan evidente, el aprendizaje de los que nos suponíamos expertos, cuando nos enfrentábamos a un nuevo reto teníamos que repasar uno por uno todos los principios que regían nuestro trabajo y viéndolo desde fuera era el momento ideal para ver como hacíamos las cosas y descubrir las oportunidades de mejorar nuestro trabajo.

    Resumiendo: 5 años de proyectos, 13 años relacionándonos sin proyectos, muchas llamadas, muchos correos, muchos viajes y 700 palabras en este escrito. Mañana volvería a empezar.

     

    José Javier Ocón Berango

    Experto en Registro de Viñedo de la Consejería de Agricultura de La Rioja en los proyectos de hermanamiento en Rumania.